19 de abril de 2010

Museo Arqueológico de Vitoria

Nos gusta imaginarnos un museo arqueológico como un cofre denso que, como todo cofre esconde en su interior el tesoro que la historia nos ha querido dejar pieza a pieza. Nos gusta pensar en una historia más nuestra que no termina nunca porque en ella tan importante como la pequeña o gran pieza encontrada bajo el suelo, es la mirada de la persona que la contempla. Por eso, el pequeño cofre, denso y hermético por fuera, ha de ser sugerente y mágico en el interior.

Hoy os mostramos el museo arqueológico de Vitoria, obra del arquitecto Francisco Mangado, e inaugurado en el 2009. En las salas de exposición permanente, los planos horizontales, suelos y techos son muy oscuros. El suelo de madera casi negra, y el techo continuo, también negro. Ésta es la caja que nos remite al tiempo, concentrado en las capas de tierra que durante años, una tras otra, han ido conformando ese muro espeso que es la historia.


Pero estos espacios están atravesados por unos prismas de vidrio blanco en torno a los cuales se organiza la exposición de las piezas. Por ellos resbalará la luz procedente de la cubierta durante el día, y llevaran incrustados, entre capa y capa, gráficos e información que expliquen los objetos, cuya luz evocará la aventura de la interpretación. El edificio se configura a partir del contexto y de la continuidad que establece con el anejo Palacio de Bendaña, actualmente museo de Naipes Fournier. El acceso principal tiene lugar a través del mismo patio que sirve de acceso al Palacio y permite entender la totalidad del conjunto. Con objeto de ampliar la superficie del patio y dignificar con ello el acceso, la propuesta renuncia a ocupar toda la superficie propuesta. Únicamente se utiliza una estrecha franja que se construye como si fuera un apéndice perpendicular al edificio principal cuya misión es, amén de contener usos de apoyo, ofrecer una fachada al acceso más digna que la representada por el actual medianil de los edificios colindantes.


Dado el desnivel de la parcela se accede desde el patio a través de un puente situado sobre un jardín que da luz a las funciones situadas en el nivel más bajo las cuales, de otra manera, quedarían sin iluminación natural en este lateral.

Los muros envolventes son en realidad espacios de varias capas. La fachada que define el patio de acceso presenta al exterior un enrejado de piezas de fundición de bronce, de un material que establece claras conexiones con lo arqueológico; y en medio, un muro de dos capas de vidrio serigrafiado contiene la escalera principal que permite, a la vez que se asciende, contemplar el patio de acceso.


Por el contrario, el frente que da a la calle baja es más hermético, y se constituye mediante una primera capa de prefabricados de fundición de bronce, en esta ocasión más opacos, con aberturas allí donde se considera necesario y una capa interior formada por un muro ancho que contiene expositores e instalaciones siendo registrable todo él. De esta manera los espacios internos de exposiciones quedan liberados y sólo cruzados por los prismas traslúcidos de luz.


El espacio que contiene no puede limitarse a ser un espacio ordenador, ni un juego de arquitectura bella pero distante; ha de ser un lugar capaz de evocar lugares y gentes a partir del pequeño fragmento de cerámica que, más poderosa que la roca, ha logrado sobrevivir para hablarnos de la fragilidad del tiempo. Saludos!!!

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